La Semana Santa de Cartagena, declarada de Interés Turístico Internacional en el año 2005, destaca por ser una representación religiosa y cultural con más de tres siglos de historia que reúne una serie de características específicas y muy diferentes al resto de los desfiles penitenciales levantinos, lo que la hace única a los ojos de quienes acuden a ver sus procesiones.
La flor que embellece los tronos, la luz que envuelve a las imágenes devocionales, el orden de los penitentes en su discurrir por las calles de la trimilenaria ciudad al son de conmovedoras marchas fúnebres hacen de sus desfiles pasionales algo impresionante. Son procesiones de gran plasticidad, marcadas por el magnífico porte de los elevados tronos de estilo cartagenero, abundantes en flor y luz. Sobre ellos emerge la imaginería religiosa de reconocidos escultores contemporáneos, como José Capuz, Mariano Benlliure, Juan González Moreno, Federico Coullaut-Valera y José Sánchez Lozano, encargados de sustituir las numerosas tallas desaparecidas en la Guerra Civil. De etapas anteriores las cofradías atesoran unas pocas imágenes del genial artista del barroco levantino Francisco Salzillo.
El perfecto orden y sincronía con el que caminan los penitentes es otro de los rasgos distintivos de la procesión cartagenera y sin duda uno de los que más llama la atención al visitante. Marcan el paso al unísono, al son del tambor y de las músicas, deteniéndose e iniciando la marcha de manera sincronizada. Efecto sin igual que, aunque pueda parecerlo, no tiene su origen en la antiquísima tradición militar de Cartagena, sino en un empeño de los propios penitentes por embellecer la representación de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo y que, además de auténtica penitencia, pues nadie se mueve en las paradas, se utiliza como elemento de rivalidad por ver quién es más marcial. La luz de los hachotes utilizados por los penitentes a modo de bastón remarcan las hileras perfectas de los tercios, que conducen hasta los tronos, creando un conjunto que embelesa al espectador. La vinculación castrense se refleja en la participación voluntaria de soldados de los tres ejércitos dando escolta a los tronos y también en la existencia de unos curiosos y marciales figurantes, civiles y hermanos de las cofradías, que ataviados de centenarios granaderos recuerdan la secular participación militar en las procesiones cartageneras.
La Junta de Cofradías de la Semana Santa cartagenera está integrada por cuatro hermandades penitenciales: Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Marrajos); Pontificia, Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús en el Doloroso Paso del Prendimiento y Esperanza de la Salvación de las Almas (Californios); Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Resucitado e Ilustre Cofradía del Santísimo y Real Cristo del Socorro. Esta última tiene el privilegio de abrir la Semana Santa en España con un vía crucis en la madrugada del Viernes de Dolores que transita por las calles de la Cartagena medieval y cuyo aire aún mantiene. Entre las procesiones más populares destacan la de las Promesas de la Santísima Virgen de la Piedad, el Lunes Santo; la de los Traslados de los Apóstoles Californios, el Martes Santo, con salidas de imágenes desde el Arsenal Militar, el Real Parque de Artillería y el Gobierno Militar; la Magna Procesión del Cristo del Prendimiento, también de los californios, en la noche del Miércoles Santo, la procesión del Encuentro, en la madrugada del Viernes Santo, y la procesión del Santo Entierro (Viernes Santo), estas dos últimas organizadas por la Cofradía Marraja, la más antigua de la ciudad, fundada a mediados del siglo XVI por pescadores del antiguo barrio que se ubicaba en torno a la catedral de Santa María la Mayor. Tras la representación de la pasión y muerte de Jesucristo, es la Cofradía del Resucitado la encargada de poner el cierre de oro a la Semana Santa cartagenera con la procesión de la Resurrección, de un estilo mediterráneo muy marcado, siendo la única que se desarrolla de día junto con la del Domingo de Ramos. Esta última es la más festiva, pues está protagonizada por niños vestidos de hebreos que acompañan a Jesús entrando en Jerusalén a lomos de la popular burrica.
Casi todas las procesiones tienen como punto de inicio y llegada la arciprestal iglesia de Santa María de Gracia, del siglo XVII, situada en la céntrica calle del Aire, a pocos pasos del puerto. Allí, cada noche, resuena el rezo cantado de la Salve Cartagenera para acompañar la entrada al templo de la Virgen que cierra la procesión del día y ponerle un emotivo colofón.